En cierta ocasión, me puse a leer el libro “El Evangelio de Jesucristo” del padre Leonardo Castellani. El autor de este libro (precisamente en la página 77) recuerda la anécdota del general Yagüe, quien fue recibido en audiencia por el Sumo Pontífice Pío XII. El Papa comienza diciéndole al susodicho: «Sí, a propósito de la república española, mi antecesor quizá al principio no vio claro…» a lo que el militar español cortó diciendo: «¡Basta! ¡El Papa es infalible! ¡No permito a su Santidad pensar que su antecesor se ha equivocado!».

El padre Castellani dice, a propósito de esta historia, que hay fanáticos que son más papistas que el Papa. Pío XII tenía claro que el Papa es infalible SOLAMENTE cuando habla Ex Cathedra o según el Magisterio Definitivo; pero también era consciente que ningún pontífice está exento de cometer errores y que en política se cometen muchos, aún sin quererlo. Es obvio que el Papa no es infalible siempre y en todo.  El general Yagüe había visto infalibilidad papal donde NO LA HABÍA, aún teniendo buenas intenciones.

   Hoy en día, el hombre moderno exalta mucho su libertad. Porque soy libre, tengo sexo todo lo que quiero; porque soy libre busco el aborto en caso de embarazo “no deseado”; porque soy libre me convierto en mujer aunque biológicamente sea un hombre; porque soy libre me caso y me divorcio cuantas veces quiera; porque soy libre miro pornografía; porque soy libre hago lo que se me antoja y no tengo ningún tipo de restricción; porque soy libre hago y deshago a mi conveniencia las cosas, por más que mi libertad vaya contra la realidad.

   Ahora bien, la libertad tiene límites, y el límite de la libertad es LA VERDAD más absoluta. Por más que yo quiera volar, si me tiro de un edificio pensando que tengo alas y que puedo flotar por los aires como si fuese un águila, me estrellaré contra el “pavimento de la realidad” (aunque me daré cuenta tarde, ya que no viviré para contarlo). Igualmente, si con mi libertad yo quisiera pelear con Tyson Fury pensando que puedo derrotarlo solo usando mis puños, me encontraré con LA VERDAD de que este boxeador es más fuerte que yo, y me dará una paliza. La libertad tiene límites, y uno de esos límites es LA VERDAD DE LA REALIDAD.

   No solo la verdad de la realidad es un límite de la libertad. También esta debería estar sujeta a LA VERDAD en todo sentido.

    Es cierto que puedo hacer mal uso de mi libertad si así lo deseo. Soy libre para abortar, pero la verdad es que si aborto, mato a un ser humano inocente y me convierto en un asesino. Tengo libertad para mutilarme los genitales, pero si en mi cuerpo están los cromosomas XX seguiré siendo mujer; aunque seré una mujer mutilada. Si tengo los cromosomas XY seguiré siendo un hombre, aunque seré un hombre mutilado.

Soy libre de casarme cuantas veces quiera, de ver pornografía, de tener sexo con quien quiera y plazca, pero ver pornografía, solo me convertirá en un adicto; y buscar sexo sin amor solo me convertirá en un narcisista que no ama, sino que usa a las personas como meros instrumentos masturbadores; además de convertirme en un destructor de corazones, familias y/o matrimonios.

    El gran problema de nuestro tiempo es que muchos hombres y mujeres buscan ser libres, pero esa libertad la buscan sin la verdad, y no puede haber verdadera libertad sin verdad. De hecho, si la verdad está ausente, somos esclavos del error.

   Hoy en día la verdad está ausente en muchas universidades, puesto que a muchos profesores no siempre se los elige por estar cualificados del punto de vista académico, sino por simples “acomodos políticos”. También está ausente en la política, ya que quienes nos gobiernan no siempre lo hacen buscando el bien común de los ciudadanos, sino sus intereses personales. Tampoco se puede decir que gobiernen los más capaces, pues hay veces que mientras más corrupta es una persona, más se la premia con cargos superiores. La verdad está ausente también en muchas familias, ya que muchos esposos no siempre buscan amar a sus hijos, sino, tener poder sobre ellos y manejarlos como si fuesen propiedad personal.

     La verdad está ausente en muchos ámbitos de nuestra sociedad, sin negar que en otros esté presente, pues gracias a Dios, no todo está perdido. Sin embargo, hoy en día para encontrar ambientes y lugares donde la verdad esté presente, hay que buscarlos minuciosamente, puesto que la mentira y el error son mucho más populares (triste, pero real).

    Alguna vez he pensado en poner un cartel que dice: “se busca una persona perdida, su nombre es ‘la verdad’” Quizás algún día me dé el gusto y arme un anuncio como tal. Total… Si existen hombres que cometen locuras al punto tal de casarse con estaciones de trenes, yo también puedo tener mi momento de loco, y quizás mi locura sea de ayuda para algunas personas que todavía quieran ser cuerdas.

    No se preocupen, es una locura que nunca llevaré a cabo. Hacer tal cosa no es necesaria, ya que yo sé donde encontrar LA VERDAD. Si desean encontrarla, vayan a una Iglesia Católica y arrodíllense frente al Santísimo. LA VERDAD está dentro del Tabernáculo: su nombre es Jesucristo. Él se hace encontrar por quien lo busca. Solamente Él puede darnos la verdadera libertad, puesto que solo LA VERDAD nos hará libres.

    De la mentira y el error: liberanos Domine.