Muchos laicos se quejan de los sacerdotes porque no confiesan, no atienden a su grey y tantas otras cosas.
Obviamente que yo estoy de acuerdo en que si un sacerdote no confiesa es como un padre que no alimenta a sus hijos. Lo mismo, un sacerdote que no atiende a su comunidad es como uno que descuida a los de su propia casa.
El gran problema que yo también veo (y lo dije en uno de mis videos) son los laicos que se le pasan corrigiendo a los sacerdotes. No es que nosotros no nos podamos equivocar ni debamos ser corregidos. Es bueno ser corregido con amor cuando nos equivocamos, ya que es lindo que nos saquen del error. Equivocar nos equivocamos todos, y nadie nace sabiendo. Pero hay algunos laicos (aunque no son la mayoría) que miran de arriba a los sacerdotes por considerarse “laicos formados bien doctrinalmente”.
Una vez me encontré con un señor en Buenos Aires que me miró y vio que no tenía la sotana puesta. Antes de decirme buen día me dice: “Padre, bien por estar vestido de sacerdote, pero ¿dónde está su sotana?” Lo miré y le dije con una sonrisa: “buen día, ¿nos conocemos?”. Y de vuelta volvió a increparme y a darme un sermón del porqué yo hacía mal en no usar la sotana. Entonces, pidiéndole a Dios mucha paciencia, le dije: “¿sabe usted porque no tengo la sotana puesta?” Me responde: “seguramente porque es un progresista”. Me dieron ganas de recordarle a la mamá, pero en mis adentros me dije: “no debo tomar a pecho las ofensas hacia mi persona, hay que saber humillarse”. Entonces le dije: “no señor, no la uso porque mi obispo me lo prohibió (yo en ese momento estaba en Italia. Esto fue antes de venirme a los Estados Unidos). Si me empecino en usar la sotana mi obispo no me deja confesar ni celebrar Misa, y me relega de todos mis oficios. Creo que es más importante que siga confesando y que siga buscando la salvación de las almas”. Y agregué: “los sacerdotes cristeros en México, en tiempos de persecución, debían ejercer su ministerio sin usar signos visibles. De lo contrario los mataban. Actualmente, en algunas diócesis, no siempre es posible usar la sotana, porque nos pueden misericordear”.
Este señor me siguió hablando como si lo supiera todo, y en un momento tocó el tema de la predestinación, y me dijo: “Santo Tomás de Aquino, en la tercera cuestión de la Suma Teológica, habla de la predestinación”. Lo miré y le dije: “no señor, es la cuestión 23, no la tercera cuestión”. Se quedó mirándome y me dice: “al menos a Santo Tomás parece que lo leyó”. Entonces le digo: “Si, y trato de imitarlo en su humildad. Le recomendaría a usted que haga lo mismo, porque por lo visto, usted cree saberlo todo”. Me quizo decir algo más y sin dejarlo hablar le extendí la mano y le dije: “me tengo que ir, que tenga un buen día. Récele a Santo Tomás de Aquino pidiéndole la gracia de la humildad”.
No sé que habrá pensado, pero a esa altura, me tuve que ir para no faltarle a la caridad. Obviamente que hasta el día de hoy rezo por este señor y le deseo la salvación eterna. Pero toparse con ese tipo de gente hace que a uno le quede un sabor amargo (lamentablemente).
Hay sacerdotes que no hacen lo que tienen que hacer y por ellos hay que rezar. Pero también hay que tener cuidado con los laicos que se la pasan juzgando a los sacerdotes y creyéndose que lo saben todo. Es claro que hay laicos que saben más que lo sacerdotes, y es claro que hay sacerdotes con poca formación teológica. Pero mirando a los otros de arriba nunca resuelve ningún problema. Y ojo, es repugnante también cuando un sacerdote trata de ignorante a un laico (y hasta sería un peor ejemplo). Pero ciertamente que esos “laicos formados” que creen ser doctores de la Iglesia no suelen causar las mejores impresiones.
Nunca nos olvidemos que hay que mostrar respeto por el prójimo, sea sacerdote, monja o laico. Y si uno es sabio y sabe más que los demás, no debe usar esa ciencia para humillar a nadie sino al servicio de Dios y de la salvación de las almas. La humildad nos asemeja a Jesucristo, en cambio la soberbia nos equipara al padre de la mentira cuyo primer pecado fue de ese tipo.
Como bien le dijo un papá a su hijo, cuando este se burlaba de la ortografía de un albañil: “él sabe construir una casa. ¿Y tú?”
Bendiciones a todos.