Hay gente que me ha consultado sobre los predicadores que cobran por sus videos, retiros virtuales, etc.

Hay que distinguir cuando uno presta un servicio y cuando uno evangeliza. Una cosa es quien está obteniendo un título virtualmente. Si alguien está consiguiendo un diploma (maestría o profesorado en ciencias religiosas), es justo que se le cobre, ya que muchas veces los profesores son pagados y los materiales que se le dan a los alumnos cuestan.

También, en algunos casos, es justo que se cobre el trabajo que uno realiza. Un ejemplo muy tonto: si escribir un libro me cuesta $50 dólares, y yo solo cobro ese dinero para poder usar mi pluma y evangelizar, no estoy haciendo nada malo. Solo pido que se me pague la misma plata que yo pongo para producir mi trabajo (es decir, saco $0 provecho, con esos 50$ solo pago lo que cuesta la obra de mis manos).

Puede haber otros casos en los cuales sea justo cobrar alguno que otro servicio.

Ahora bien, yo creo que un evangelizador no debería “cobrar” su catequesis virtual. Acá no estamos hablando de un profesor virtual que colabora para que una persona tenga un título, ni tampoco estamos hablando de un servicio que uno presta para que otros obtengan beneficios. Nos estamos refiriendo a la evangelización que uno hace virtualmente. A mi no me parece que sea correcto cobrarles a las personas que son catequizadas, ya que Cristo mismo dijo: “habéis recibido gratuitamente, dad gratuitamente”.

Lo que no está mal es pedir donaciones libres. Muchas veces uno valora más lo que recibe cuando le pone un precio. Yo creo que lo que es gratuito 100% no siempre es lo mejor. Cuando yo estudié en Roma, la maestría en filosofía me la pago la Iglesia, pero la licenciatura tuve que pagarla con el esfuerzo de mi apostolado en las parroquias. La maestría la valoré por la cantidad de horas de estudio, pero la licenciatura la valoré mucho más no solo por el tiempo de estudio, sino porque al final dije: “valió la pena haber trabajado duro para pagarla”. Les puedo asegurar que una licenciatura en filosofía es cara y lleva tiempo. Pero una vez que uno la obtiene, la satisfacción es grande (por más que un título no nos haga mejores ni más santos que nadie, pero es un logro que uno disfruta, sobre todo si costó conseguirlo).

Las personas a veces no se dan cuenta que detrás de una plática, un artículo o una conferencia virtual hay tiempo invertido. Hay tiempo de oración, tiempo de estudio e investigación, hay horas de reflexión y también, en algunos casos, hay menos horas de sueño. ¿Para qué? Para buscar la salvación de las almas, aunque sea de un alma. La salvación de una sola alma vale más que todo el oro del mundo, ya que hay una fiesta en el cielo por un solo pecador que se convierte que por 99 justos que no necesitan conversión.

Por eso, a los evangelizadores virtuales yo siempre los aliento a dar gratuitamente, ya que los dones que tenemos Dios nos los ha dado sin cobrarnos un centavo. Debemos ponerlos al servicio de las personas sin pedir nada a cambio.

Sin embargo, si los evangelizadores piden donaciones libres, es bueno que uno considere ayudarlos. Ellos nos van a catequizar, los ayudemos o no. Pero la salvación de nuestra alma no puede ser pagada ni con 100 millones de dólares. Ayudar a los discípulos del Señor es siempre una obra de caridad que no quedará sin recompensa. Como dice Jesús: inclusive un vaso de agua dado a estos pequeños por ser mis discípulos no quedará sin recompensa.

De más está decir que hay que tener mucho cuidado a quién estamos dándole el dinero, pues hay falsos evangelizadores que son lobos con pieles de oveja. Hay que prestar mucha atención de no darle nuestra plata a la persona equivocada (herejes o progresistas, por dar un ejemplo).

Cuando yo hablo de evangelizadores me refiero aquellos que lo hacen estando en comunión con la Santa Madre Iglesia y con sus Pastores (el Papa y los obispos). Si encontramos un verdadero discípulo del Señor que está haciendo bien a nuestra alma y tenemos la posibilidad de ayudarlo, no dudemos en hacerlo.

Por lo general los verdaderos predicadores no piden dinero para sus propios intereses. Si un discípulo del Señor pide donaciones para sí mismo porque no tiene ni para comer, eso es legítimo. Pero si un evangelizador se hace rico gracias a las donaciones del pueblo de Dios y usa el dinero para abundar en lujos, eso es una mala señal. Los que no necesitan dinero para sí mismos, normalmente piden donaciones para una orden religiosa, o para alguna obra de caridad, o para el prójimo más necesitado. Hay que ser generosos, pero hay que ser prudentes también. Mucho cuidado a quien se le da el dinero.

En mi caso, algunas personas se han acercado preguntándome cómo pueden ayudarme en mi apostolado virtual. Simplemente ayúdenme con sus oraciones, ya que yo vivo gracias a la generosidad de los feligreses de mi parroquia. El apostolado virtual que hago es 100% gratuito, pues yo no vivo de las redes sociales. Nunca sabré si en el futuro tendré que recurrir a la generosidad de mis seguidores de Facebook o de Youtube; pero actualmente (y por gracia de Dios) la diócesis de Savannah y mi comunidad parroquial se hacen cargo de mis necesidades.

Mil gracias a los que me han ofrecido su colaboración, pero por el momento, solo necesito sus oraciones, que valen más que el dinero.

Bendiciones para todos.